lunes, 23 de marzo de 2009

El rey desnudo

Nunca pensé escuchar un cinismo político igual al del economista Rafael Correa Delgado, cuando a propósito de una reunión con miembros del Poder Judicial, manifestó que ello no tenía por qué llamar la atención ya que como Presidente de la República era jefe de Estado y, por lo tanto, era jefe de todo lo que forma al Estado, específicamente de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y de los órganos de control (Contraloría y Procuraduría General del Estado) y de las Superintendencias (de Bancos, Seguros y Compañías). Se olvidó de citar a los gobiernos seccionales, las personas, la vida y la bolsa
En realidad el economista Rafael Correa Delgado controla todos los poderes del Estado porque sus vasallos hacen todo lo que creen entender es su voluntad, y cambian tan pronto creen que él les ha ordenado cambiar, por lo que vivimos una auténtica autocracia, una no disimulada dictadura, en la que, por cierto, hasta ahora (no sabemos hasta cuándo) se nos permite opinar y criticar todos los desbarajustes de lo que él y sus vasallos denominan “revolución ciudadana”, y los que no tenemos amos y no aceptamos ser vasallos calificamos como un peligroso caos, que nos lleva por una pendiente directamente al desastre.Nadie puede por sí solo controlar todo el Estado, por más que el ungido, el único, el supremo se considere que él es el Estado, emulando al rey Sol, con tantos o más vasallos de los que tuvo el Borbón. La declaración del señor economista Correa Delgado, que lo muestra de cuerpo entero, me recuerda al “Rey Desnudo”, uno de los clásicos cuentos de la literatura infantil, que en este caso viene como anillo al dedo, que me voy a permitir referir con ciertas libertades, ya que el cuento no lo he vuelto a leer desde niño (hace un montón de años).Cuentan de un rey extremadamente vanidoso, mediocre, con pujos de académico, que consultó con su principal asesor la propuesta de unos pícaros y granujas de confeccionarle un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían sus padres, pero no por quienes pasaban por hijos sin serlo. Al codicioso rey le agradó la idea porque así podría conocer quienes no eran hijos de los supuestos padres, y quedarse con su patrimonio (en esa época no se preocupaban por declaración patrimonial alguna).El rey accedió a la petición de los pícaros de mantenerlos en palacio, en un lugar donde nadie pudiera entrar, mientras confeccionaban tan extraño paño. El rey envió a uno de sus confidentes para que le confirmara qué hacían, y este, que no vio nada, no se atrevió a decírselo y temeroso afirmó haber visto que tejían un paño. Así, sucesivamente, envió a varios de su grupo de confianza, y todos le informaban lo mismo, hasta que decidió ir personalmente y tampoco vio paño alguno, pero sí los veía tejer y le comentaron sobre lo que estaban haciendo. El rey, que nada veía, pensó que ello ocurría porque no era hijo del rey, y temió que si lo decía perdería el reino.Comentó con sus súbditos la belleza del paño, pero angustiado como estaba envió a su Gobernador para que lo viera, quien tampoco lo vio, pero por el temor de perderlo todo, alabó sus dibujos, lo que preocupó más al monarca que temía perder su reino. Envió al valido, su preferido (de niño no comprendí aquello de gays). El valido también calló la realidad.Los pícaros ofrecieron al rey confeccionarle con el paño el traje más bello que rey alguno pudiera vestir, lo que el vanidoso personaje aceptó de inmediato. Y llegó el día, se vistió, y desnudo recibió el saludo de la corte, que lo aplaudió. Montó en el más brioso de sus corceles y salió a recorrer la ciudad, hasta que un palafrenero que no nada tenía que perder, y un niño que jugaba, gritaron a unísono, pero si va desnudo! Y así, poco a poco, todo el reino lo vio tal cual era, tímido, codicioso y vanidoso, sólo, sin cortesanos ni vasallos ni valido. La moraleja es que muchos se niegan a ver la realidad, que está desnuda, hasta que alguien grita “joder, si está en pelotas!”, y todos entienden la verdad. Antonio Parra - Diario Expreso

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